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Ciudad en expansión


"La ciudad era un hervidero de carros, tartanas, carreteros, gritos de vendedores, exposiciones de todo tipo de industrias al aire libre. La picaresca estaba presente en estas calles entrañables de tierra, con charcos, donde todo el mundo se conocía y donde las peleas y problemas estaban a la orden del día."
Manuel López Paredes. "Cartagena 1900"


En 1906 Cartagena, considerada la novena ciudad de España, se encontraba en pleno auge. La coronación del rey Alfonso XIII, cuatro años antes coincide con el inicio de la expansión de Cartagena. Durante su reinado se mejoraron las vías de acceso a la ciudad, se ornamentaron las plazas y los jardines, y se urbanizó el Parque Torres.
Prueba del momento de esplendor de la ciudad es la existencia durante los primeros años del siglo XX de numerosas publicaciones periódicas: los diarios El Eco - fundado en el año 1860 y decano de la provincia -, La Tierra - periódico republicano fundado en 1900 -, El Noticiero, El Mediterráneo, El Porvenir y El Popular; los semanarios La Fraternidad Obrera, El anunciador de la Industria y del Comercio, La Gaceta Minera y Gente Nueva; publicaciones literarias y curiosas como Vida Artística Literaria, El Heraldo de Cartagena o Cartagena Cómica; y otras publicaciones que nacieron y desaparecieron rápidamente aunque no sin aportar su pequeña ayuda al desarrollo de la ciudad.
En 1906 el tráfico marítimo de pasajeros era muy intenso. Cartagena contaba con diecisiete oficinas consignatarias de vapores de pasajeros y cargueros, y había salidas semanales para todos los puertos del Mediterráneo. En el año 1900 se había constituido la Compañía Cartagenera de Navegación. El auge de la ciudad, como suele suceder, no terminaba nunca de advertirse en las gentes del pueblo. Vestían éstas pobremente, con alpargatas y blusones; las mujeres siempre con sus delantales y sus faldas largas. Únicamente las clases altas podían permitirse calzar zapatos y vestir trajes.
El pueblo vivía en la calle. Los barberos afeitaban en ella, los artesanos trabajaban allí su instrumental, y los comerciantes mostraban en ella sus mercancías. La vida se desarrollaba entre el barrio del Carmen - lo que hoy son las calles del Carmen, Santa Florentina, Canales...- y los muelles. Esta zona se inundaba de carretas y vendedores ambulantes: requesoneros, hiladores, traperos, alpargateros, camaroneros... Las calles estaban en su mayoría sin adoquinar. Algunas, como el callejón del Mico - en la calle Cuatro Santos -, servían de urinario público. Otras presentaban un aspecto impecable: Carmen, Duque, San Diego, Mayor. Era ésta última el centro neurálgico de la ciudad y el lugar de reunión en sus cervecerías y cafés.
Entre el 25 de julio y el 8 de agosto Cartagena celebraba sus fiestas. Se realizaban éstas en el Paseo de Alfonso XII, donde se instalaba la Feria y se congregaban los cartageneros. El sábado 4 de agosto de 1906 la ciudad se hallaba en pleno disfrute de sus fiestas cuando sucedió la catástrofe.

LA FERIA
Las primeras noticias sobre unas fiestas de Feria en Cartagena se remontan a mediados del siglo XVI y hacen referencia a la romería al Monasterio de San Ginés de la Jara.
Junto al Mar Menor, a medio camino entre El Algar y el Cabo de Palos se sitúa el paraje de la Jara. Allí, a pies de un cerro de 229 metros de altitud y sobre las ruinas de una antigua rábita musulmana, el rey Alfonso X el Sabio fundó un monasterio en honor de San Ginés Magno, hijo del rey de Francia, cuyos restos habían aparecido en aquel sitio de manera prodigiosa. El lugar fue declarado santo y centro de peregrinación y en él se instalaron los dominicos y luego los franciscanos.
En 1541, el papa Paulo III concedió culto y advocación del santo el 25 de agosto. Fue el comienzo de las visitas al lugar para pedir favores.
Tras la intervención de San Ginés en la epidemia de peste bubónica que azotó Cartagena en 1676, la ciudad lo adoptó como patrono el 27 de abril de 1677 y declaró festivo el día 25 de agosto. Así comenzaron a realizarse con cierta regularidad - las interrupciones a causa de la piratería berberisca fueron frecuentes- las romerías al monasterio y a instalar los romeros sus carretas y sus casetas en los alrededores.
Dos siglos después los cronistas mencionan la instalación de una Feria todos los años en la Plaza de la Merced. A mediados del XIX ésta se trasladó al solar del Convento de San Francisco, en la Glorieta. Dos décadas más tarde, en 1877 pasó la Feria a instalarse en la explanada del muelle. Aquí se afianzó y prosperó, comenzando a desarrollarse con gran lujo, formando varios salones separados con amplios arcos luminosos.
Durante el verano de 1906, cuando naufragó el Sirio, las fiestas estaban en plena efervescencia: fuegos artificiales en el mar, Batalla de Flores, reparto de juguetes a los niños, Juegos Florales, cines, norias, teatro, música... y el principal acontecimiento de la Feria, la Velada Marítima, desfile de carrozas por el mar, que desde 1901 se realizaba con iluminación eléctrica.


Los primeros años del siglo XX supusieron para la prensa española un pulso constante con los poderes político y militar, pulso del que saldría victoriosa. Desde la crisis de 1898 el poder militar intentó hacer recaer sobre la prensa unas responsabilidades que no eran suyas. La Ley contra la Difamación de 1902, el asalto de un grupo de oficiales del ejército a la redacción del semanario catalán Cu Cut, que no había hecho sino reflejar satíricamente las derrotas de las Fuerzas Armadas españolas, o los rumores de un golpe de Estado militar, supuestamente apoyado por el rey Alfonso XIII, fueron el anticipo de la promulgación de la Ley de Jurisdicciones. Ésta supuso una drástica limitación de la ley de imprenta además de una claudicación del poder civil frente al militar.

La precariedad de la prensa, necesitada de las subvenciones del Ministerio de la Gobernación para subsistir, convirtió a periódicos como La Época, La Correpondencia de España o El Heraldo de Madrid en títeres bailando al chantaje del gobierno.


El ABC, fundado como semanario en 1903 por Torcuato Luca de Tena, se convirtió en junio de 1905 en diario, manteniendo su espíritu conservador y monárquico.

Frente a ellos, los periódicos más independientes plantaron cara y crearon, en mayo de 1906, la Sociedad Editorial de España. Eran El Imparcial y El Liberal, periódicos estrella de la llamada prensa informativa del último tercio del siglo XIX. Organizaron una red propia de corresponsales para no tener que seguir dependiendo de las agencias informativas, se autoproclamaron "defensores a ultranza de la libertad de expresión", y se propusieron crear un "gran bloque de izquierdas".

Lo cierto es que entre 1900 y 1913 el número de publicaciones creció en España un 32% y Cartagena no fue ajena a este crecimiento. En 1906 acababan de desaparecer de la ciudad el diario independiente El Observador y el diario de "intereses generales, noticias y anuncios" El Pueblo. En su lugar, El Eco, La Tierra, El Noticiero, El Mediterráneo, El Porvenir, El Popular; La Fraternidad Obrera, El anunciador de la Industria y del Comercio, La Gaceta Minera, Gente Nueva, Vida Artística Literaria, El Heraldo de Cartagena, Cartagena Cómica...

El diario El Eco de Cartagena era el decano de prensa de Murcia. Había nacido en junio de 1864 como un periódico de intereses materiales, noticias y anuncios. En 1886 pasó a ser un diario liberal y a partir de 1896, diario de la tarde. En agosto de 1906 tenía su redacción en el número 24 de la calle Mayor y se editaba en la imprenta de José Requena, en la calle del Aire.

El Mediterráneo era un diario independiente que había nacido en 1887 y que en 1906 tenía su redacción en el número 18 de la plaza del Rey, anteriormente la había tenido en la calle Cuatro Santos.


El Porvenir nació el 6 de marzo de 1901 como "diario de intereses generales, información postal y telegráfica de Madrid, provincias y extranjero; marina, ejército, industria, comercio, minería, literatura, ciencias y artes. En 1906 tenía la redacción en la calle Palas número 15-17 y se imprimía en el número 44 de la calle Jara. Estaba dirigido por Joaquín E. Romero.

La Tierra era el "órgano de las diputaciones rurales del Ayuntamiento de Cartagena; revista de ciencias, artes, agricultura y comercio; noticias generales, política y administración". Había nacido el 15 de mayo de 1901 fundado por Alfonso L. Carrión. En 1906 tenía una periodicidad quincenal, tenía su redacción en Pozo Estrecho y se imprimía en la imprenta de la Gaceta Minera. Posteriormente su redacción pasaría a Cartagena, en 1917 como diario independiente de la mañana, y en 1931 como diario republicano de la mañana.


En diciembre de 1905 se publicó en Pozo Estrecho el primer número del semanario "La Voz del Campo", impreso en la tipografía galilea de Juan Díaz Martínez.

El Heraldo de Cartagena nació el 1 de enero de 1901 como "diario de intereses generales, su redacción estaba en la Serreta, números 20 y 22, y era impreso en La Gaceta Minera.